
El 80% de los participantes fueron adultos mayores de 40 años, la mayoría procedentes del barrio de Villa Crespo (y más precisamente, de la asamblea de Corrientes y S. Ortiz). Había muy pocos jóvenes.
Dentro de la
población “económicamente activa” (37 en total, aproximadamente el 72% del
total), había 19 profesionales, la mayoría ligados a los servicios (salud,
educación). 15
participantes eran empleados (administrativos y empleados de comercio). Había 3
autónomos (un cuentapropista y dos pequeños o medianos empresarios). Es digno
de destacar que no había ningún comerciante.
Dentro del
universo de los “económicamente pasivos” (13 en total, aprox. el 28% del
total), había 5 jubilados, 3 desocupados, 3 estudiantes y 2 amas de casa.
El 20% de los
participantes declaró no estar participando de ninguna asamblea (4 profesionales; 3 jubilados, 1 desocupado,
1 empleado, 1 ama de casa). Un dato relevante es que la mayoría de ellos
eran mayores de 60 años.
Los
puntos más relevantes que podemos extraer de la relatoría de siete talleres,
fueron los siguientes:[1]
Sobre DEMOCRACIA DIRECTA y/o
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
Podemos
hablar de aproximaciones más que de definiciones taxativas, lo cual implica
afirmar que la democracia participativa y la democracia directa no se perciben
necesariamente como “contrapuestas”. La mayoría de los talleres confirmaron la
necesidad de crear formas de gestión autónoma en los barrios, y
circunscribieron el modelo de democracia directa al ámbito local.
Por ejemplo,
un taller afirma que “la democracia
directa debe ejercerse a nivel barrial-municipal, a través de forma de
autogestión y de control, pero que la pregunta sobre el “poder”, limita, antes
que abrir el debate. Es necesario pensar la problemática de a poco”.
Otro taller
dice que “No se trata de llegar al poder
ni abolir la propiedad privada. El desafío es construir poder. Lo que sí
sabemos es que existe una formación reactiva de la sociedad hacia los grupos
constituidos, que la democracia representativa en crisis no representa a la
mayoría”.
Otros
expresan de manera muy genérica que es necesario “plantearse formas participativas protagónicas y formas organizativas
/.../ crear desde las asambleas un espacio político para acceder al poder”.
Otros
entienden la democracia directa, como una demanda de autonomía de lo social:
“Respetando la autonomía de las asambleas, rechazando los intentos de
cooptación desde lo instituido (ej. CPG). Construcción de un poder alternativo,
respetando la democracia directa dentro de las asambleas y estableciendo
enlaces zonales e interzonales”.
En el extremo
tenemos a aquellos que señalaron que “las Asambleas son un movimiento que busca
la transición de la representación conocida a un modo nuevo de gestión popular:
la participación directa. En lo inmediato, necesitan prepararse para funcionar
como órganos de poder popular. Nacieron como organizaciones libres de la
voluntad popular. Para pasar a ser órganos de poder, necesitan poner en marcha
una organización política no partidaria”
Sin embargo,
la mayoría insistió en lo incipiente del proceso: “lo viejo no ha muerto y lo nuevo no ha nacido”. En dicho proceso
hay que tener en cuenta que la construcción “no
se hace por decreto”, ni apelando –“no exclusivamente” como aclara uno de
los talleres- a “las vanguardias
políticas”.
La conclusión
es que la figura de la democracia directa tiene un claro
anclaje barrial y local; se refiere tambien a mecanismos de funcionamiento
interno, pero aparece muy difusa a la hora de dotarla de contenidos que posean
un alcance político nacional. Más allá de las expresiones de deseo de algunos
(“hay que construirla de a poco”), de las invocaciones programáticas de otros
(“Programa Popular de Gobierno”); están los que insisten en pensar el poder
como algo “disperso y descentralizado”
(figura del contrapoder) y aquellos otros que apuntan a recomponerlo desde la participación (“no a las listas sábanas,
sí a los mandatos revocables, sí al control de gestión, etc.). No parece para
nada descabellado que en este último grupo haya muchos vecinos dispuestos a
escuchar y analizar (por encima del reconocimiento del oportunismo político)
propuestas de reforma electoral y de elaboración de presupuesto participativo,
como el presentado por el actual gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Hubo
dos recomendaciones centrales:
Ø La necesidad de articulación, hacia adentro y
hacia afuera con otros movimientos:
(“las asambleas no son lo único; hay
otras construcciones del campo popular /.../ No son lo único que existen en
esta lucha y tampoco representan a todos los vecinos del barrio. Somos solo una
parte del todo”).
Otro taller concluyó que es necesario “aprender de las experiencias de otras organizaciones y hacer una red
de comunicación”.
De manera más precisa, otros talleres concluyeron en la necesidad de
articulación interna del movimiento, es decir, “organizar Juntas Zonales (por
delegación, mandato directo y revocable inmediato), coordinando las áreas
básicas (información, seguridad, movilización, etc.). Pero no hubieron
menciones explícitas al movimiento piquetero.
Ø La condena del “declaracionismo”:
“Proponer dos asuntos por asamblea,
para ser incorporados al programa general y discutidos por la coordinación de
asambleas”. O, dicho por otro taller, “Las asambleas tienen que ser un reflejo creíble, siendo consecuente
con lo que se vota, pero informándose previamente y realizando un verdadero
debate sobre aquello que se vota”.
Sobre las PRIORIDADES
Ø Acciones concretas:
En un primer nivel, las prioridades apuntaron a la definición de un programa de acciones concretas a corto plazo, entre las cuales se destacan:
* Priorizar los conflictos con la
autoridad: resistencia al tarifazo inminente
* Promoción de una comisión formadora
de precios.
* Creación de Brigadas de Desobediencia
Civil.
* Órganos de control de gestión.
Todos
insistieron en concentrar los próximos esfuerzos en organizar la resistencia y
la lucha contra el aumento de tarifa de los servicios públicos privatizados.
Sólo uno de
los talleres enfatizó la necesidad de enmarcar estas medidas concretas en un
Programa popular de gobierno, que debiera pasar por “dos etapas de
organización, probablemente sucesivas”. Todos insistieron en la necesidad de
construir y reflexionar “de a poco” sobre alternativas de poder.
Ø La dimensión barrial:
En
un segundo nivel, las prioridades apuntaron a subrayar la necesidad de
convertir a las asambleas en “el medio de
incorporación del vecino al ejercicio de
la ciudadanía./.../ transformando la vida en el barrio”; en palabras de
otro taller, se trata de potenciar el espacio de “reflexión colectiva”/.../ “creando lazos afectivos”.
Ø ¿Una nueva consigna?
Por
último, acerca de las negatividad contenida en la frase “que se vayan todos”,
un miembro del taller 1 propuso complementar tal consigna con otra de carácter
positivo, “que se vengan todos”. Tal invocación a la participación
de los vecinos señala la insistencia por “abandonar
el rol de víctimas, para asumirse como participantes de un movimiento se
construcción”.
Buenos Aires, 20-IV-2002
[1] Quisiera añadir que algunas de
las relatorías de los talleres aparecían cargados de una retórica negativa muy
genérica, repetitiva y confusa, sin mayores especificaciones sobre modalidades
y opciones de organización.